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Aunque te niegues, el sexo es uno de los pequeños y pocos placeres que se nos dejó como libre albedrio, como dirían, gracias a Dios, porque sin eso creo que ya nos hubiéramos extinguido desde hace mucho, no lo digo por el tema de reproducirnos, es que nos hubiéramos ya vuelto locos todos sin tener esa forma de dejar de expresar nuestro cuerpo y espíritu; sino también el poder experimentar el sentido de liberación de sentimientos.
No digo que vayas a tener sexo a diestra y siniestra porque después de un rato ya no es placer sino obligación, si no le ponemos picardía o sentimiento, se vuelve monotonía, ni mencionemos si lo haces solo o sola, también que aburrido, no lo crees.
El sexo es como aquella melodía que está en el aire, pero que necesita dos instrumentos para que se convierta en una sinfonía. No es necesario que sean instrumentos caros, afinados, oxidados, de diferentes colores, nuevos, viejos o hasta iguales, mientras que el sentimiento sea puro se formaran bellas partituras.
Como dirían por allí, la lectura y el sexo lo podemos hacer parados, sentados, acostados, hincados, de cabeza, lo importante es que no dejemos que la imaginación, el deseo y la aventura no deje de ser parte del show.
No hay mejor día que el día después de una noche donde dos almas se juntaron, donde los espíritus se empeñaron a una lucha incandescente sin buscar ganadores, solo el dejar que el momento llenara de alegría el uno del otro.
Aunque haya fogarones, llegan momentos que se vuelven cenizas, ponle leños a esos momentos, no dejes que se enfríen, porque después de mucho tiempo, ni aunque le soples hará que la llama se avive.
Tampoco meteremos basura solo para alimentar el fuego, ¡no seas loco!, lo que lograremos es contaminar ese calor, le quitaremos ese aroma tan peculiar, eliminaríamos la esencia del placer, dejaríamos de sentir lo agradable del momento y reconforte de nuestra pareja.
El cielo es el límite, seamos imaginativos, démosle alegría al día o la noche, lo importante es hacer cada momento memorable, que al estar juntos las almas se junten creando esa conexión divina y tan intrínseca; momento tan inigualable, siendo el único donde no nos avergonzamos al estar sin ropa; momento donde no importa tu estatus social, económico, color o credo, lo único que importa es que tanto se entrega de ambas partes.
Momento donde las palabras se vuelven mudas y los gestos la mejor vía de comunicación, donde las frustraciones abundan, pero se pueden reparar con un sencillo fármaco, donde el cuerpo se vuelve obra de arte a pesar de que los años pasen, donde las diferencias de colores, formas y tamaños se vuelven encantos excéntricos.
No necesitas mucho tiempo, con esos minutos que puedas, hazlos que valgan la pena.
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